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Ah, caramba

En el Borges de Bioy (libro que si lo conseguís en Mercado Libre no baja del millón de pesos), hay algunas anécdotas deliciosas del propio Borges y también de la eficacia maravillosa de una frase-muletilla que al escritor lo hacía salir airoso de cualquier situación.

Esa frase era: "Ah, caramba".

Para quienes gustamos de la sonoridad, la espesura, la música de las palabras, no podemos menos que sorprendernos por esta síntesis dialéctica que encuentra Borges para decirlo todo sin decir nada, o al revés: decir nada infiriendo un todo. Es una frase que llevada al lunfardo posmoderno podría resumirse en el arte de poner "palanca en boludo".

Pero lo que la distingue de algunas otras frases con que se busca salir indemne de cualquier situación, por más grave que sea, es su elegancia. La interjección "Ah", y luego, tras la imprescindible coma (,) de pausa leve y breve, la palabra "caramba" como eufemismo de leve extrañeza, o de levísimo enfado, o de aún casi imperceptible indiferencia, esos por lo menos tres efectos que denotan su enunciación, lleva la frase a su máxima potencia: la ambigüedad como respuesta. Está claro que la gran diferencia de la frase la establece el caramba, palabra cuya etimología es tan vaga como una de sus explicaciones: en algunos sitios de la web sostienen que caramba proviene del francés "gauche". En ese momento, el razonamiento era bastante convincente. Sostenía que se usaba el "Oh, caramba", cuando sucedía algo desagradable, y dado que "gauche" significa zurdo, se asociaba con torpeza, etc. La explicación no me convence del todo. Sea como sea, lo que tiene la palabrita es un desmarque elegante de cualquier circunstancia, algo así como el "le acompaño el sentimiento" que se aplica en los velorios.

Veamos algunas hipótesis de uso aclarando que la eficacia de la expresión depende del tono. El tono es la forma que le damos al uso del lenguaje. Hagan la prueba y verán que la frase tiene el blindaje de lo invencible cuando el tono está hecho de laconismo puro.

Vecino que avisa: Tenés el cierre de la bragueta abierto. "Ah, caramba".

Dejaste la tapa del inodoro levantada: "Ah, caramba".

Una clienta de una peluquería que tras un corte horrendo manifiesta su enojo. Respuesta de la peluquera: "Ah, caramba".

Esposa que le comunica a su marido que lo vieron con otra: "Ah, caramba".

O lo que pasó ayer en una galería céntrica de la ciudad. Apareció en el baño un cartel donde alguien imploraba que por favor sujetos ignorados (pero seguramente inquilinos del consorcio) dejaran de tener relaciones sexuales en el referido lugar.

Podemos imaginar la escena de la pareja apuntada. Podemos figurarla entrando al baño, tropezando con el papel estampado contra los azulejos. Podemos imaginar también que, de haber leído el Borges de Bioy, a dos veces y con una sonrisa cómplice habrían entonado la frase mágica como respuesta al incordio severo que expresan las almas puras: "Ah, caramba".

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