AGUAFUERTES VOLVER
Hacía rato que no pasaba por el bar y, como si el mundo recién hubiera sido creado, ahí estaban en su mesa de siempre el Tucu y Roque, cavilando sobre una cuestión que tal vez no le importe a nadie: qué van a hacer cuando el Bar Ideal y el nuevo Figlio abran sus puertas (Figlio está con capacidad limitada desde hace más de un año).
Lo más probable es que no hagan nada. Son gente grande a la que, como se sabe, le cuesta salir de sus costumbres. Y un cambio de bar no es algo menor. Uno cambia el bar y decididamente mueve varias cosas de su rutina: cambia el mozo, cambia el café, cambian los parroquianos de las mesas vecinas, y también cambian los precios. Pero, sobre todo, cambia el paisaje. El de afuera y el de adentro.
Eso estaban discutiendo el Tucu, decididamente conservador y reacio a moverse de la mesa que ocupa como si fuera la cabecera de la mesa de su casa. Roque parece más permeable: ha visto de pasada cómo el nuevo Ideal viene asomando y le entusiasma la idea de volver a ese lugar donde pasó algo así como veinte años, en su mesa con ventana a la plaza.
Marzo será decisivo. Como yo escribí dos libros sobre la historia del Ideal (la primera edición en 2008 y la segunda ahora, ampliada y corregida y que se presentará luego de la apertura del bar) el Tucu y Roque saben que ya tengo una postura sentimental tomada: volver al aleph, ese pequeño punto ubicado en el vértice de Rodríguez y Pinto donde supimos entrever el entero Universo. Ni el Tucu ni Roque son borgeanos, así que les da completamente lo mismo. Roque no descarta una mudanza a Figlio pero en cualquier caso, debido a que ambos forman una suerte de Unidad de Dos, tendrán que negociar qué hacer, de allí que la salida más cómoda podría ser quedarse donde están.
Ahora bien, ya hay algunos detalles del interior de ambos lugares. El Bar Ideal, por ejemplo, tendrá un rincón de tributo al viejo Ideal, con fotos y objetos que evocan aquellos signos de los años felices. Estará ubicado en el ángulo que da a calle Rodríguez, donde durante más de treinta años estuvo el kiosco, con puerta al salón del Ideal, de Carlitos Vitullo.
En cuanto a Figlio parecería que entre las novedades tendrá una fuente con una escultura en su interior. Es todo lo que se sabe por el momento.
Hay, en la historia nunca escrita de bares de la ciudad, un antecedente de una obra de arte realizada para la apertura de una confitería. Fue la escultura que a comienzos de los 80 realizó el artista Blas Scarso, la cual fue emplazada entre la barra y el espacioso salón de la confitería Dionisios (el lugar fue demolido y ahora es parte del futuro Paseo del Banco). La escultura representaba a Dionisio, que en la mitología griega es considerado el Dios del Vino, y su estética un tanto errática no zafó de la polémica, la cual llegó a su fin cuando el fondo de comercio de la confitería Dionisios se vendió y el nuevo dueño se quitó de encima la escultura a la que calificó como un "mamarracho" llevándola literalmente a las patadas hasta la vereda del bar, en una escena muy cercana al surrealismo. Un camión recolector de residuos terminó por dejarla en el más completo olvido. Más olvidada aún que el propio Scarso.
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