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No vinimos a ver qué pasa

Hay un pequeño grupo de tipos en una esquina del centro. No digo cuál es la esquina porque eso es lo que menos importa. Vamos al ritual: todos los días esos hombres, que ya han doblado la resignada curva de los sesenta, se juntan para hablar.

Esta es la cuestión. ¿De qué hablan? Lo segundo: ¿le importa a alguien de qué vienen esas conversaciones? No lo sabemos y se intuye que hablarán de esas cosas que hablan los varones en los bares: política, fútbol, mujeres, en el orden que prefieran.

Pero -y aquí la conjunción adversativa juega a favor- a veces esa santísima trinidad de los tópicos masculinos se ve alterada. Hay otro tema en danza.

Eso pasó ayer. Entre estos hombres, grupo que va de dos a cuatro personas casi invariablemente, la cuestión era otra. Hablaban de lo tristón que está el centro y debido a esa suerte de melancolía apagada del paisaje (sobre todo porque ciertos comerciantes para ahorrar luz bajan el suministro bastante temprano), la conversa había derivado hacia esos dos Grandes Tótems de la modernidad: el shopping del Paseo del Banco, y McDonald's.

Las opiniones no convergen. No hay acuerdo. Dos de los tipos de la esquina dicen que estas nuevas obras que se sumarán al microcentro serán atractivos imprescindibles para cambiarle la cara al llamado centro viejo de la comarca.

Los otros dos fruncen el ceño. Uno de ellos profiere el tic automático inscripto en la fraseología del fracaso local: "No va andar". Ni uno ni el otro, aclara. Y carga las tintas con un argumento que descoloca a sus amigos. Dice que esta ciudad va a ser la única del mundo donde un McDonald's no estará adentro del shopping, que es lo usual, lo tradicional, tras lo cual teoriza que esta separación de origen (lo dice así porque cree que culturalmente el shopping y las hamburguesas yanquies nacieron de una misma madre) librarán una guerra sórdida entre ambos, con las dos trincheras separadas por dos cuadras (de Pinto y Rodríguez a Pinto y Alem).

Cuando reaccionan, los otros dos sientan su posición: si el Paseo del Banco trae marcas de primera línea de Buenos Aires el éxito estará garantizado. Y refuerzan su conjetura con la novedad de lo inédito en una ciudad que está de moda. Dicen: "El shopping del Banco va a funcionar muy bien porque en Tandil hay mucha gente de plata, y porque al ser el primero, a pesar de lo lento de su construcción, contará con la ventaja de toda obra pionera".

Pero -y en este caso la conjunción adversativa juega por la negatividad- el tipo que cree que ni el Paseo del Banco ni, tal vez, McDonald's funcionarán, vuelve a fundar su argumento de la historia. O de la Historia con mayúsculas, dice. Y va derechito hasta el año 1995. Y, como es un tipo memorioso, reproduce casi textualmente las palabras que aquella primavera del 16 de noviembre de 1995 pronunció el empresario que era dueño de la cadena de Supermercados Norte, cuando abrió sus puertas en Tandil, en medio del tembladeral de los almacenes de barrio y el propio Monarca.

El dueño Norte se llamaba Alberto Guil, y él mismo en persona dijo aquel día ante una multitud de vecinos que aguardaban en la playa de estacionamiento el corte de cintas, a la espera de que se abrieran las puertas de la tierra prometida.

"No vinimos a ver qué pasa. Vinimos para quedarnos", dijo Guil, tal como lo pueden leer en el recorte de diario El Eco que ilustra esta nota.

Y ya sabemos cómo terminó la historia.

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