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Buscando al trader libertario local

Entonces de los febriles mentideros del empedrado brota, empujado por el flujo subterráneo del chisme, un nombre. ¿De quién? Del trader libertario local que en la antevíspera, tras la inspiración de su líder, cayó en la Emboscada Libra y perdió, verdes más, verdes menos, entre quince y veinte mil de los grandes, como dicen en las películas norteamericanas.

Ya esa palabrita -trader- para mí era un relativo misterio. Vaya a saber quién la inventó. Según Mister Wilkipedia: Un trader es una persona que compra y vende activos financieros, como acciones, bonos, criptomonedas, divisas, etc., para obtener ganancias.

Ese personaje, tan lejos de toda épica literaria, tan difícil de ponerle encanto narrativo, digamos, tiene una pulsión que viene de lejos: la pasión por la guita fácil.

Aquí, en este valle, todavía se encuentra bajo siete llaves la nómina de las víctimas (por decirlo así) de esa pasión nacional por la timba financiera: los vecinos VIP que tentados por la guita fácil cayeron en las manos de Curratola. Fue ya hace varios años y no hay manera de que se revele la nómina del oprobio. Pagaremos lo que sea antes de que se sepa que fuimos nosotros, parecieron decir los "damnificados" por aquella estafa. El neologismo los define de punta a punta: eran los gilversores de Curratola.

Respecto a la estafa cripto que "por no estar asesorado" detonó el esperpento que trabaja de Presidente por obra y gracia de los mayúsculos desastres que lo precedieron, alguien -no diremos quién- me tiró un nombre que, de casualidad, conozco. Así que lo llamé y le dije que en la licuadora del rumor vernáculo, su apellido estaba rebotando contra las hélices del goce, sabido que es que no hay alegría mayor que la desgracia ajena cuando se trata de contarle las costillas al tipo que en un par de horas perdió una fortuna que cualquier ser humano no ganaría en un año. El trader del que hablo me mandó un audio por respuesta. Primero fue su risa, luego su explicación: "No, querido, olvídate, no soy yo. A mí, dentro del quilombo que es el trading, me gusta ser más conservador y prolijo. Y nunca me vas a ver administrando guita de terceros. Respecto al Presidente, yo me puedo equivocar, o cometer un error, pero él es un pelotudo, no tenía ninguna necesidad. O sos presidente de la Nación o sos amigo de un timbero".

En fin, hoy es lunes, empieza la semana, febrero se extingue, los pocos que aún están de vacaciones ya saben que entraron en la cuenta regresiva. Las vacaciones fueron. El aura de invencibilidad atómica del Presidente, también fue. Cuando pienso en ese universo insondable de las criptomonedas, mi mente va hacia el pasado, hacia un objeto extinguido: la Libreta de Ahorro. Existió cuando alguna vez fuimos un país.

Ayer, en medio del escándalo, el abogado Mauricio D'Alessandro posteó en Twitter: "Se regodean que ahora no va a ganar el Premio Nobel (en referencia a Milei). Lo mismo le hizo la cultura woke a Jorge Luis Borges". Como nos seguimos mutuamente le contesté al toque: "Y no lo ganó, pero lo merecía. No es el caso de tu admirado". A lo que replicó: "Jamás pensé q le pudieran dar un nobel. Es el mejor divulgador pero nadie gana un nobel por bajar la inflación. Lo que no tengo dudas que la cultura woke le impidió a Borges tener el nobel. ¿Quién le puso límite al Dipi?"

La referencia a Jorge "Dipi" Di Paola fue un poco inesperada, pero tenía sus razones: D'Alessandro me compró los derechos para que escriba el libro Huyamos de aquí, un retrato de Dipi, ya que quería saber mucho más de Dipi y su historia con Gombrowicz. Contesté: "El límite a Dipi se lo puso él mismo, su mente saboteó toda su pluma y su genialidad. Lo mismo le pasará a tu admirado. Chocará contra su psique".

D'Alessandro tiene 200 mil seguidores en Twitter y todavía me siguen llegando likes sobre esta aseveración que no es ninguna genialidad: todos alguna vez chocamos contra nuestra psique, pero casi nadie llega a presidir el país. En medio de todo esto tuve que aclarar que "Dipi" no es "el Dipy", personaje que no sé muy bien por qué razón se hizo famoso. Al "Dipi" nuestro, el escritor performático de obra escueta, el niño maldito, la poca plata que tenía le quemaba, la disolvía en whisky, entre tabaco y carcajadas. Eso sí, una vez presentó muy seriamente su candidatura a intendente del pueblo. El chiste que hizo a través de Radio Tandil duró quince minutos, lo mismo que le duró la alegría al trader libertario local, antes de ponerse a llorar a los pies del Murallón del Lago, el muro de los lamentos del terruño.

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