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Ave Fénix, Menchón

Un amigo me alcanza el folleto que acompaña una de las imágenes de esta nota. Arriba está la marca, el muy conocido nombre de fantasía pero real del negocio. Abajo y con una tipografía aún mayor la potencia del mito, de la criatura mitológica a la que se recurre cuando sentimos que no todo está perdido: el Ave Fénix.

Eso le había pasado a la Papelera Menchón. Fue el 29 de diciembre de 2024, hace, entonces, unos cuarenta y pico de días, el día que a Oscar Menchón la vida se le prendió fuego. Hubo una gran amargura y señales de solidaridad de colegas y amigos. Y la decisión de empezar otra vez.

A los griegos le debemos mucho, pero en la góndola de las mitologías no hay mito que no la ponga en el ángulo. De Fénix la interpretación (desde Wilkipedia a lecturas mayores) es que vive unos quinientos pirulos, muere en un espectáculo de llamas y combustión, y se descompone antes de nacer de nuevo. Se ha convertido en la cifra del renacimiento, del recomenzar. Justo ayer leía en No entender, las memorias de Beatriz Sarlo, una cita de un poema del poeta Paul Valéry, acerca de que el mar siempre recomienza. (Esa imagen me resonó en la memoria literaria hasta que la encontré, estaba en las páginas de Minga, la novela que Jorge "Dipi" Di Paola escribió en 1985).

Sarlo citando a Valery dice así: "La mer, la mer, toojours recomencée". El verso de Paul Valéry en sencillo como un lugar común; sin embargo queda en el recuerdo porque su sentido es al mismo tiempo evidente y nuevo. No designa al mar que se repite sino al mar que se renueva".

Y acá estamos entonces, yendo de Valéry a Menchón. Que no se repite, sino que se reinventa y recomienza, como cada ola del inmenso mar que desde el horizonte profundo, llega a la orilla, a la playa, nueva, intacta, diferente, para tocar la arena, y ninguna de cada de esas olas es siquiera parecida a la que vendrá después.

Con nuevo lugar, en Rodríguez 1343, muy cerca de aquel local que el fuego se llevó (por aquel refrán de que la manzana nunca cae lejos del árbol), Papelera Menchón hizo de las cenizas una nueva vida. Una empresa familiar es como un árbol: en cada rama nueva acontece un florecer de su historia, el lento movimiento de la generación que la continúa, siguiendo al pie de la letra el proverbio árabe, aquel que dice que no hay árbol que la tormenta no haya sacudido.

Ave Fénix, Menchón. La memoria incombustible de la vida retiene los buenos días que se fueron y los mejores días que están por llegar.

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