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Transiciones

Un día de entre las décadas del veinte y el treinta del siglo pasado el fotógrafo Carlos Pierroni se subió a lo que fue la primera fachada del Banco Comercial. Le gustaba la fotografía en altura, ese punto de vista que también usó parado arriba del Hotel Palace o de la Portada del Parque.

Pierroni hizo foco en la panorámica de la esquina donde según la exageración sarcástica de la Peña El Atraso ocurrió el Big Bang. La foto en Pinto y Rodríguez logró una mirada totalizante. Aparece la plaza en primer plano (al aplicar el zoom a la imagen se hacen nítidos los detalles de su ornamentación).

Ya estaban las estatuas de bronce de los leones que el único intendente culto que tuvo la comarca, Antonio Santamarina, compró en París. Ya estaba también la pequeña fuente, mucho antes la Pirámide, los árboles jóvenes, en plano crecimiento, las dos palmeras más cercanas a la esquina visiblemente más grandes, las luminarias, los bancos de madera, y las veredas solo implantadas en su perímetro. Había vecinos sentados, departiendo sobre la vida y gente a punto de cruzar la calle.

Pero es allí, en la calle misma, donde aparece la primera transición: se ven dos autos, uno a cada lado de Rodríguez, con la calle en doble sentido de circulación, pero también, como alejándose de la foto, como ya borrándose del presente dos carruajes. Uno está detrás del coche, y parte del otro carruaje puede verse de refilón sobre Pinto, en lo que muy poco tiempo después sería la parada de taxis. Entonces hay algo que está llegando, el auto, y hay algo que se está yendo, el carruaje. Pero en ese momento en que Pierroni subió al techo del Comercial ambos todavía conviven. Es una transición que se debe haber vivido como todo cambio: con aprehensión, con tensiones pero también con un espíritu que miraba al futuro. Estamos, decíamos, a fines de la década del veinte.

Otra transición insinúa la foto. En el extremo izquierdo se vislumbra una parte mínima de la fachada original del Bar Ideal, fundado en 1932 por Juan Nassi. Es decir que en esos días también la propiedad está por cambiar de rubro. Mutará de la mueblería de los hermanos Crimella a la populosa convergencia de usos y costumbres, populosa y transversal, que en Pinto y Rodríguez creará el Ideal.

Son las transiciones de la época que tan genialmente retrató Pierroni. Luego a lo largo del siglo vinieron otras. La de la Radio AM con la FM; la de la antena repetidora y el televisor con dos canales a la televisión por cable; la de la orquesta en los bailes del clubes al disc-jockey, la de la garita del vigilante al semáforo, por sólo citar algunas.

Muchas veces, en el devenir vertiginoso de la vida, no solemos prestarle atención al momento justo en que las dos pulsiones conviven, por un tiempo, que nunca es largo, juntas, entre los vecinos, como si una se negara a irse al fondo del tiempo, a morir en el pasado, y la otra a compartir nada de su esplendor, y a pretender quedarse -creyendo que será para siempre- con su aureola de invencible modernidad.

Para siempre no hay nada, y eso lo saben muy bien quienes vieron crecer el imperio financiero del Banco Comercial y quienes, casi noventa años después, fueron testigos de su derrumbe. La transición entre las ruinas del Banco y el shopping del Paseo del Banco ha sido larga, bastante tortuosa, y, según dicen, próxima a terminarse. Una transición vivida en cámara lenta y con pocos momentos de felicidad. Tal vez el único debe cifrarse aquel 18 de diciembre de 2022, cuando Montiel clavó el último penal en Catar y después ya sabemos en qué cosa se convirtió el Monumento al Andamio, del empresario Luis Armani: en esa fiesta que ahora muchos añoramos.

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