Elegimos el sábado 11. Alfa es una linda librería para presentar libros, y ya tenemos una relación con Alicia y Fabiana, y a la vez esa relación también es muy fluida entre las libreras y el editor de Libros del Espinillo, Pablo Zubiaurre. Así que la cita iba a ser ahí, y fue ahí. Pero en el medio, como quien dice, pasaron cosas.

Desde que partió el flayer de mi celular con la invitación al evento (la tarjeta de papel también ha fenecido) hasta que llegó la hora de la presentación del libro, recibí 147 mensajes. No es poco, sobre todo si la enorme mayoría de esos 147 eran a modo de disculpas. Tal lo imaginado, los lectores y amigos estaban en otra: en la playa, de viaje, en el sur, en Brasil, en cualquier lugar del mundo tan lejano a Alfa. Otros invitados tenían sus compromisos acá, en fin, lo de siempre en enero, un mes terrible.

De los 147 mensajes me llamaron la atención dos de ellos. Y eso fue lo que conté en la presentación del libro, al abrir la charla. El primero era de una mujer, una lectora llamada Zulma. Decía, al pie del flayer de la invitación, lo siguiente: "Misma Hora - Mismo Día - Grupo de Amigas - Fiesta Retro", con lo cual estaba claro qué rumbo había tomado. Eso fue a las cinco de la tarde. A las 23,40 recibí un segundo mensaje, de un lector llamado Jorge. Un mensaje de audio. Decía textualmente así: "Elías, perdóname pero te voy a fallar. Iré a la Fiesta Retro. Voy a tomarme revancha de una señorita que en Circulares entre el 73 y el 75 me hizo rebotar 117 veces. Calculo que ahora que pasó el tiempo me va revolear la bombacha".

Nos reímos mucho con el público contando estos entretelones que si uno los mira con cierta hondura tienen su resonancia en las personas que fuimos profundamente infelices durante la adolescencia en esos lugares llamados discotecas: teniendo el idioma castellano 70.000 palabras, sólo nos quedaba el margen de un par para su uso: 1) Bailás. 2) No. El resto era música. Si a los 14 habías leído a Kafka, vos eras la cucaracha del desprecio que te hacían sentir en Circulares. Ergo: el punto de origen de la literatura. El fantasma de esas noches horrendas se replicaba, vagamente, divertidamente, grotescamente (perdón por los adverbios), con la "competencia" de la Fiesta Retro, ganándole por goleada a la simple presentación de un librito, aunque después de todo tan mal no estuvo: hubo más de 100 personas y se vendieron 40 libros.

Pero falta el final. Respecto al primer mensaje, supongo que la lectora Zulma bailó y fue feliz. Lo que me importaba era el segundo mensaje, el de Jorge, el del tipo que después de cincuenta años, con cincuenta kilos de más, con cincuenta decepciones más, iba en busca de la revancha con la que había sido la chica más linda del baile. Entonces esta mañana le puse un mensaje y le pregunté cómo le había ido en la Fiesta Retro con esa señorita que también -porque de eso nadie se salva- había sido atropellada por todos los trenes de la existencia, y que supuestamente iba a estar ahí, entre miles, tomando parte del baile popular más nostálgico del pueblo.

Jorge me respondió en el acto: "Me fue mal. Había poca luz, mucha gente y tardé en ubicarla, y cuando por fin la distinguí el impacto fue fuerte: estaba recostada en una reposera con el nieto sobre las piernas, y con el marido al lado cebándole mate. Me acerqué simplemente para saludarla pero no me reconoció". Síntesis: Jorge cosechó el peor de los rebotes (el de no existir para alguien, el de no ser re-conocido por ese alguien), y advirtió de que no hay que volver al pasado, que el pasado es eso que, precisamente, ya pasó. Y que ni él ni ella son los mismos que eran entonces, aunque el "Rompan todo" de los Shakers siga sonando siempre igual.