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El profe Raúl Guevara me reenvía un posteo muy ingenioso. Hay una foto donde aparece la fachada de un bar y un cartel en la calle que dice así: "No ingresar al café con la intención de escribir la gran novela latinoamericana".
A la gente que vive en estado de escritura, lo cual permite que todos los sentidos funcionen a favor de la pluma, le sucede por razones muy misteriosas que del exterior le vienen asuntos propios de lo que está escribiendo en ese instante. Por ejemplo, el posteo de Raúl llegó con las últimas páginas que cierran las memorias del Bar Ideal. Esa sintonía ineluctable la produce el estado de escritura.
Raúl alude a un bar de estos tiempos y, sobre todo, alude a eso que para generaciones de escritores y artistas significó conceptualmente un bar, la mesa donde escribió, o tomó notas, o leyó, o discutió de libros, en fin, o -como bien lo explica el cartel de la foto- soñó con escribir sino la gran novela latinoamericana algo que justifique este oficio.
El cartel exuda ese cinismo elegante que hoy flota en el aire viciado que respiramos. Ese cinismo sin malicia es pariente de la burla y gran amigo de la risa.
Lo leo y le digo a Raúl que el humor nos va a salvar. A lo que el profesor Guevara responde: "No, estamos condenados igual, pero vamos a una muerte segura con la frente en alto. La risa nos hace dignos en la derrota."
Siento por Raúl un aprecio entrañable. Es tan buena persona el profe, tan admirable en su ética de docente y militante, que no se permitió esa bastarda acción llamada cancelación cuando uno tomó por otro camino, o simplemente se apartó de una idea.
Son tiempos sombríos y hay dos vacunas contra la peste que nos acecha y a la que aquí llamaré la Maldad de los Brutos. Ser malo y bruto es algo así como ser invencible, sobre todo si el Bruto Malo tiene poder. No hay con qué darle a semejante mezcla. Entonces lo que nos queda es la risa y los pocos afectos verdaderos que todavía siguen en viaje. Es eso lo que nos queda y tal vez sea eso lo que nos vaya a salvar.
Antes de ayer me llegó un mensaje de una amiga, Silvina. Es inteligente, mordaz y suele practicar el humor contra sí misma, tomarse el pelo y resistir la soledad. Está sola, como tantos de nosotros, y tal vez por eso mismo no pierde la agudeza del sarcasmo para no resignarse al conformismo. El tema del mensaje era Pampita, quien suele aparecer en los medios por lo linda que es y por sus infortunios sentimentales. Arriba del mensaje estaba la foto de la modelo caminando hasta Luján, peregrinación que hacen miles de argentinos fácticamente de a pie. Pampita iba con su fe a cuestas hacia el santuario de esa pequeña imagen que está allí desde el año 1630, cuando la Virgen se les plantó a los boyeros de la carreta que la llevaban a Santiago del Estero, y decidió el final del viaje.
Dice mi amiga Silvina: "Che, si Pampita se fue caminando hasta Luján para pedirle a la Virgen un novio que no sea un pelotudo, yo me voy a tener que ir a gamba hasta Mongolia."
Nos estamos del todo perdidos. Todavía nos queda, insurgente y perfecta, la risa.
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