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Una foto en el bar

Como anduve ocupado en la historia de otro bar hacía rato que no pasaba por el bar donde Roque y el Tucu siguen allí, imperturbables, pétreos, incorporados al paisaje. Sobre la mesa están los pocillos de café y está el diario. El Clarín estirado, a un costado, como si sobrara.

Pero no. Ese diario nunca sobra en la conciencia de la clase media argentina. La expresa y la revela. Y Roque y el Tucu creen pertenecer a ella, aunque ya vengan barranca abajo. En la tapa hay un título ominoso, un título que, está claro, no viene de ahora, un título que excede el presente. Pero forma parte del ahora, de lo que produce el ahora. Y luego de esa noticia -del 52,9% de pobres- abajo, completando la tapa, están el Presidente Milei y Susana Giménez, la diva nacional. No importa tanto cómo están -sonríen, felices, ajenos a esta desgracia- sino dónde: en la Casa Rosada. Pero no sólo en la Casa Rosada, lo cual ya de por sí resulta un hecho normal debido a que cierta frivolidad cruel se ha puesto de moda, sino en el sitio donde alguna vez se movió la Historia, o se torció la Historia, para bien, o para mal, o para lo que sea, pero la Historia allí encontró su sentido. El Presidente y Susana Giménez están en el balcón de la Rosada.

El primer tema es, precisamente, el sentido. Roque y el Tucu no están filosofando sobre el sentido de la Historia, dado que no son filósofos, ni sociólogos, ni historiadores; son apenas dos parroquianos de un bar que han leído ese título de espanto y luego, porque la foto es elocuente y de un tamaño notable, como si el editor hubiera querido también dejarla en la Historia del periodismo, o como si al propio diario Clarín le hubiera acontecido un fallido memorable -uniendo la pobreza fatal que nos acontece con el feliz patetismo que encarnan los personajes de la foto en un lugar como ése-, y luego ambos, Roque y el Tucu, se hubieran quedado, como suele decirse, sin palabras.

Hasta que uno de los dos habla. Y es el Tucu, quien, como sabemos, resulta afecto al lugar común, ideologema que domina y triunfa en la conversación pública actual. No hace falta aclarar que el Tucu votó al Presidente.

-Y bueno, qué culpa tiene la Su de todo el desastre que hicieron los políticos -dice.

Roque suspira, se nota que mantienen el entredicho, que es político, con notable esfuerzo. Hoy es difícil debatir con alguien sin que en el acto salten las chispas de la intolerancia.

-Nadie habló de culpa. Yo te dije que te fijaras bien en esta foto porque esa foto, Tucu, es un documento de época, y por eso está destinada a ser parte de la Historia, tal como lo fueron otras fotos en ese mismo lugar.

-Ya me vas a salir con Evita llorando en el hombro de Perón, o con Perón echando a los montoneros de la plaza...

-Podría hablar de esas fotos, pero también hay otras. Acordate. La foto de Alfonsín y el día de la casa está en orden. O la foto de Galtieri diciéndole al principito que si quería venir, que viniera nomás, que les presentaríamos batalla.

-¿Y?

-Nada, eso. Que guardes la foto del Clarín de hoy. Que te robes la página del diario, la dobles, la metas en un cajón de la mesita de luz y la dejes ahí.

-No entiendo el motivo.

-Ninguno. La cosa, como siempre, es el sentido. Esa foto tiene un sentido, el sentido de un momento ahistórico, líquido, imborrablemente fútil, pero su sentido más profundo lo tendrá en el futuro cuando, precisamente, esa fotografía y sus personajes, y este día tan lindo donde el sol entra por la ventana del bar estén ya, irreversibles, en el pasado.

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