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No lo conocí, es una de las tantas cosas que no me perdono. No haber intentado, al menos, llegar hasta su puerta en Buenos Aires, el famoso departamento de calle Maipú donde vivía. Lo vi una sola vez. Yo tenía veinte años y estaba haciendo dedo a la salida de Villa Gesell, un verano. Pasó muy lento un auto que no se detuvo y que miré, tal vez por instinto. En el asiento de atrás iba Borges, su cabeza oval, su espalda recta y frágil, solo.
Lo leo desde los quince años. Su primer libro lo encontré en la Biblioteca Rivadavia, un libro de tapas amarillas. Creo que era Ficciones. Al poema "El cómplice" del libro La cifra me lo sé de memoria. Nadie puede salir indemne de "Sur," de "El aleph", de "Hombre de una esquina rosada", de "Evaristo Carriego", de su "Poema conjetural", de sus milongas, de su Arte poética, un libro precioso de seis conferencias que pronunció en inglés en la Universidad de Harvard, durante el curso 1967-1968.
Dos veces anduvo por nuestro terruño. En ambas dejó un par de anécdotas memorables. Cruzar la vía en el siglo pasado -la vía que dividía la ciudad de las cuatro avenidas de Villa Italia- era un cruce cultural, sobre todo para los que vivíamos de este lado, fuera de la República. Un duelo soterrado y tenso produjo la primera visita de Jorge Luis Borges. Era un Borges en disputa. Lo querían -todo para ellos, para la aristocracia intelectual de la Biblioteca Rivadavia, que era el faro cultural de la ciudad-, pero debieron librar una batalla contra una modesta biblioteca de barrio, la biblioteca Sarmiento, de la Villa.
Al final, como se sabe, ganó Villa Italia y hacia allá fue Borges y tras él también fueron las señoras paquetas del centro que hicieron resonar sus tacos y sus joyas, en un recinto austero donde Borges dio su charla, ya ciego, claro, con un vaso de agua sobre la mesa, su voz trémula y un silencio de reverencia. Corría el año 1967 y Borges ya era un conferencista exitoso; había logrado vencer su proverbial timidez y tenía que ganarse la vida. Sus charlas convocaban multitudes. La anécdota ocurrió a la hora de la cena con el escritor. Haydeé, la señora que era dueña del restaurante Imperial, le dio una mano a la gente de la Biblioteca Sarmiento con la cena como invitación. Borges pidió un plato grande de arroz con un huevo duro. En medio de la comida llegaron los de la Rivadavia, que no habían sido invitados. Un productor agropecuario muy culto y borgeano atosigó al escritor con preguntas de todo tipo acerca de su obra. A Borges le molestó tanta insistencia; el hombre, descendiente de vascos, prosiguió, incesante, con las citas y al final se le ocurrió hacerle esta pregunta: "Maestro, ¿qué piensa usted del pueblo vasco?". El escritor no sacó la cabeza del plato de arroz para lanzar su frase lapidaria: "¿Y qué podemos pensar de un pueblo que hace trescientos años que está ordeñando vacas?".
La segunda anécdota también tuvo como epicentro el Imperial. En medio de la cena un sujeto muy atolondrado y bastante grosero abrió la puerta del restaurante y se dirigió a la mesa donde Borges estaba cenando junto a un muy pequeño grupo de gente. El tipo a boca de jarro preguntó: "¿Sabe usted dónde queda el baño?". La sutilísima ironía de Borges pasó como un relámpago en medio de la noche. Le contestó: "Al fondo, a la derecha. Hay un cartel que dice 'Caballeros'. No le haga caso y siga...". Todavía hay gente que cree que el inopinado vecino no terminó de agarrar la indirecta sobre su mal educación...
Hoy cumpliría años, escribo, pero me corrijo en el acto: hoy cumple años. Nació en 1899 y por este acontecimiento se celebra el Día del Lector. Le debemos los mejores momentos, la belleza de la palabra en estado de gracia, su humor, y una obra que lo hizo inmortal. Por él muchos somos lectores. Está claro que también hubo otros. Pero sobre todo por él, porque sus libros nos salvaron en las noches más difíciles, allí donde la literatura encuentra su sentido. Feliz cumple, maestro Georgie. Y si quieren un libro ecuánime y hermoso sobre él, intenten conseguir el Borges a contraluz que escribió Estela Canto, tal vez el gran amor de su vida.
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