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Saborido, el humor y la creencia

Uno tipo habla; el otro dibuja. Esa fórmula de dos voces, cada una en su plano, se imbrican en una sola y durante una hora y media llevan el hilo de una charla de café, en una mesa imaginaria a la que se sentaron alrededor de 400 espectadores.

Algo de eso pasó el viernes en la Universidad Barrial con la presencia del escritor, guionista y humorista Pedro Saborido y el dibujante Miguel Rep, para el ciclo que produce el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Una charla peronista podría ser un reduccionismo, pero tampoco estaría tan lejos de describir lo que allí sucedió. Si la idea central del ciclo alude a la identidad (y en especial a la identidad bonaerense), Saborido dividió en dos ejes su propuesta.

Vivimos en un país pródigo de identidades y en ese contexto dejó algunas frases para la antología de las identidades líquidas, como el chiste sobre los cordobeses: "Pretenden que los recuerden por la universidad más antigua, por la Docta y todo eso, pero al final se impone la Mona Jiménez". Así, siguió luego hablando de la identidad de los bonaerenses respecto a la gran metrópoli -el porteño- y concluyó con algunas grajeas de la cuestión local (la antinomia Santamarina versus Ferro, la alusión sorianesca a Colonia Vela, nuestra forma de ignorar a Olavarría y la tirria eterna que tenemos con Mar del Plata, señal de que Saborido sabe algo de la ciudad, como también lo que significa el concepto de tandilidad en sangre.

Buena parte de la línea argumental de Saborido se ancló en el azar y en la tiranía de la información que se impone por sí sola: "¿De qué sirve enterarme que existe un tal Fede Bal?", bromeó. Habló del peronismo como un fenómeno inexplicable. Y de todo lo que tuvo que pasar para que el peronismo sucediera. A saber: Que ocurriera el terremoto de San Juan, momento que Perón y Evita se conocieron; que se fuera a Mendoza una novia o algo así que tenía Perón en ese momento, para dejarle la cancha libre; que Perón, quien quería acostarse con Evita, le preguntara: "¿Y ahora qué hacemos?", y que ella le dijera "Vamos a tomar algo"; y luego ante la insistencia del coronel ella dijera "Vamos a bailar" (y hay que verlo a Perón encarnado en Saborido, bailando, rígido, urgido para acostarse en Evita), y la última y casi implorante pregunta de Perón: "¿Y ahora qué hacemos?", y sorpresivamente Eva que le dice: "Ahora hacemos la revolución social, la Justicia Social y el 17 de Octubre", algo que "Perón accede porque estaba desesperado por ponerla", dice Saborido y remata: "¡Pensar que si no hubiera pasado todo esto tendríamos un mate con la cara de Margarita Stolbizer!" y arrancó una ovación de la concurrencia.

Para Saborido -como para muchos- el humor salva. También para Rep que en el otro extremo del escenario y a través de una pantalla a modo de telón de fondo reproduce lo que pasa en su tablero. Por ejemplo, Rep dibuja a Borges, pero no a un Borges cualquiera: es un Borges con las patas metidas en la fuente de Plaza de Mayo, figura icónica del nacimiento del peronismo.

El azar, la oposición esperanza-pesimismo del modo como la entendía Gramsci (pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad), funcionan como claves de un todo. La aventura humana se compuso de algo así como ciento cincuenta millones de espermatozoides para que uno solo, apenas, y con una suerte tremenda, llegara al óvulo de la mujer -de sus madres, le dice Saborido al público-, lo cual explica que ustedes, por una práctica sexual, estén acá.

Ni una sola vez cayó de su boca el apellido Milei. Saborido puso dos nombres como ejemplos de hipérbole, de desmesura peronista que deben coexistir para la unidad: Ofelia Fernández y Hugo Moyano. Lo hizo con un chiste, que es como mejor se dicen las cosas más complicadas. También, hablando de nombres, dedicó algunas ironías que soltaron risas. "En el peronismo cuando te vas te dicen Massa y cuando volvés te dicen Sergio". Por las dudas, aclaró, "recordemos que Pichetto se llama Miguel Ángel". Tuvo un bocadillo al respecto que se celebró con un aplauso de jocosa complicidad: "En el peronismo el 17 de octubre hay ayuno de traiciones".

A la hora de la despedida apeló al capital simbólico, intangible, del peronismo: la creencia. Tenemos que creer, dijo, pues en la creencia -ese creer a pesar de todo lo que pasa- "está la esperanza de que volveremos a ser gobierno", dijo. Aludía a una especie de credo de fe, el combustible imprescindible en tiempos tan sombríos. Sabía de lo que estaba hablando, sabía que frente a un ánimo peronista decaído -algo que se percibió visiblemente en el público- sólo la invocación de ese credo sentimental, la inagotable mística peronista, es lo más honesto que puede decir en estos días un artista de posición tomada arriba del escenario.


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