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Godot y la delantera local

A veces no se entiende un chiste. Es algo fatal, por ejemplo, para los humoristas, para los cómicos. Quedar pagando en el escenario porque un chiste no se entendió supone dos cosas. Una, que el cómico lo contó mal; Dos: que el público no estaba "preparado", o no tenía suficiente "información" o "data" para que el chiste funcionara.

Por eso es difícil el chiste local. En el teatro se van a reír los lugareños. Pero, ¿y el turista? ¿El que andaba de paso y, para matar el tiempo, se metió en el bar y apareció un tipo y se mandó un stand up donde tiró fuego a repetición de chistes locales?

Hace un par de semanas, entre risas y carcajadas en un bar del centro, había un tipo que solo con su botella de cerveza no sólo parecía no entender: no entendía un pepino. Asistía al relato sarcástico de anécdotas y personajes lugareños, de giros y sobreentendidos, de imágenes dislocadas por un acento (¿qué tiene que ver -pensaba el tipo- la ONG Cáritas con "Carita"?).

Pensó -y pensó bien- que el cómico se estaría refiriendo a un personaje local. Pero, ¿quién diablos sería el tal Carita? Nunca pudo saber que Carita había sido famosamente el dueño del cabaré Los Laureles hace unos cincuenta años atrás.

Todo esto viene a cuento porque ayer tropecé con un meme. Ya se sabe: hoy la vida es un meme. La nuestra, la de cualquiera. Si hay un presidente meme, a tal punto que entender perfectamente la idiosincrasia tuitera de la época fue parte fundamental de su campaña a la presidencia, todo lo que viene después es el meme mismo.

El meme en cuestión es el que ilustra esta nota. El chiste es viejo, viejísimo. Creo que fue mi amigo Pepo Sanzano que escribió un monólogo con un retruécano sobre el chiste: "Esperando a Godoy", se llamaba. Gran título. Es un meme universal porque ya sabemos -bueno, una parte del mundo sabe- que fue "Esperando a Godot" el título que Samuel Beckett eligió para su famosa tragicomedia. Creo que el Godoy de Pepo era un plomero o algo así.

Entonces mejor aún: de lo trágico al meme, el chiste redobla su potencia.

Pero al final del stand up del que venía hablando pasa algo más. Algo que sin duda descoloca más profundamente al turista, al visitante, al tipo que ocasionalmente está en la ciudad y entró a ese bar para tomar una cerveza, y se encontró con un standapero al sobre. El artista dijo esto:

-Otra que Messi, Lautaro y Di María... Mi delantera preferida es... ¡Crespo, Iacaruso y Santillán!

Hay risas por doquier, risas que denotan que el chiste de la cochería funcionó. No es un super chiste, pero ya se sabe cómo trabaja la sinergia del stand up: con la reiteración, amplificada, con la hipérbole del chiste. Uno más más otro más otro.

El tipo, harto de no entender, llama al mozo y pregunta:

-Perdoname, ¿de qué equipo son los fulanos de esa delantera?

La respuesta también funcionaría como chiste, tan verosímil como verdadera.

-No sé, jefe. Yo soy de Olavarría.

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