AGUAFUERTES VOLVER
Habían quedado en que si los turistas les ocupaban la mesa -porque el término es ocupar dado que esa mesa es de ellos, del Tucu y Roque-, no volverían al bar hasta que la ciudad volviera a ser lo que es.
-Seis días era mucho tiempo -dice Roque.
Para llegar al bar y encontrar la mesa libre, aun hoy en que la mayor parte de la marea se ha retirado, como si una mano cósmica hubiera levantado el tapón de la bañadera y en una suerte de efecto de embudo todos, o casi todos, hubieran sido abducidos por el desagote, para encontrar la mesa libre, decía, el Tucu debió llegar más temprano que de costumbre, o sea media hora antes que las nueve de la mañana.
Ya pidieron lo de siempre, una lágrima y un café, y ya leyeron el diario de ojito y ahora están sacando cuentas, haciendo el arqueo contable que dejó la muchedumbre para la ya casi extinguida Semana Santa.
-Unos cuantos millones -dice el Tucu, vagamente.
-¿Vos creés en la teoría del derrame? De que si facturan los gastronómicos y las cabañas esa guita de alguna manera un tanto mágica llega a vos, a mí, a los vecinos.
-No tengo ni idea, pero supongo que sí. Y más con la malaria que hay.
-¿Qué malaria? La ciudad estaba estallada.
-Eso es lo que no entiendo. Malaria hay, recesión hay, baja de consumo hay...
-Pero la gente viaja...
-Y lo bien que hace. Hoy estamos y mañana no sabemos -el Tucu no puede escapar de su afición por los lugares comunes.
-Lo del derrame sería fácil comprobarlo -Roque mira hacia la barra y trata de ubicar con la vista al dueño del boliche. Por fin da con él: se le nota en la cara la felicidad de la abundancia.
-¿Comprobarlo cómo?
-Es simple. ¿Estamos de acuerdo con que el dueño de este bar, que es un millonario total, es el tipo más avaro del pueblo, no?
-Eso seguro.
-Pues bueno. Si el miserable hoy nos invita el café, voy a creer en la teoría del derrame. Así de fácil. Lo vamos a comprobar in situ -dice Roque.
-¿In qué?
-Acá mismo, acá mismo.
Cincuenta minutos después llaman al mozo de siempre de la mesa de siempre del bar de siempre que tiene al dueño de siempre. El mozo, como siempre, les cobra la lágrima y el café.
-Listo, la teoría del derrame no existe -dice Roque.
-Pero al menos recuperamos la mesa -se consuela el Tucu mientras por la ventana del bar un pelotón perdido de turistas olfatea la vuelta al perro por última vez, antes de emprender la retirada.
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