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En la "Cúspide" de la ciudad lectora

Tandil sumó su sexta librería, si tomamos en cuenta a "La Bullanga", ubicada en la vecindad del club Ferro -como bien me aportó en mi red social de Facebook la lectora Rocío Toledo- y este crecimiento exponencial podría indicar un afianzamiento en la cultura de la lectura, simétrico al desarrollo de la ciudad. ¿Será así? ¿O la "Marca Tandil" arrastra también por el estado de gracia que implica el nombre de la city, a otros rubros del comercio?

"Cúspide", una nueva librería de naturaleza foránea y en red, es decir que forma parte de una cadena de librerías como "El Atril" y como la que compró "Don Quijote", se acaba de sumar en el centro de Tandil, no exactamente en el estrechísimo corredor de la Vuelta al Perro, pero sí a metros de ella, oblicua y visible a lo que queda del inmueble de Radio Tandil.

Está claro que en Buenos Aires, donde surgió, "Cúspide" es un éxito en la modalidad de la librería del libro fácil, por decirlo así, del despacho rápido, con mucho stock y títulos heterogéneos para un lector medio, y nada haría prever que esta ecuación podría verse afectada en nuestra ciudad. Tampoco los competidores que aquí la esperan sin, infiero, demasiada preocupación. Todas las librerías que conozco han fidelizado su clientela con el perfil que eligieron tener. "Hola" es una librería chica, con muy buenos títulos de editoriales independientes que no tienen otras, con un público joven y ya consolidada en el segmento que eligió. "La Casa Azul" va por ese mismo camino con un cliente más diverso en materia etaria pero también más culto, más demandante y exigente de libros que allí seguramente va a encontrar, a favor también de estar en un pasaje de privilegiada ubicación y un inmueble que evoca a las librerías de culto, fuera del marketing decorativo de la época. "Don Quijote" es la más débil, porque se encuentra en estado vegetativo desde que la librería cambió de dueño y se convirtió en una franquicia invisible, a la que sus nuevos propietarios de Bahía Blanca no le prestan mucho interés. Y Alfa, finalmente, hoy es sin duda la librería líder, mérito ganado en base a constancia, a fidelización del cliente, a un nuevo local que prácticamente fue como una refundación comercial y algo de lo que carece "El Atril" por su ajenidad de base: una política de sintonía fina con su clientela. Si el libro no está, te lo traen y a Alicia y Fabiana jamás se les ocurriría -como sí hace "El Atril"- pedirle una seña al cliente, como si en esta ciudad no existiera el diamante de la confianza y el conocimiento.

Recorro librerías desde hace más de cuarenta años. A la primera que entré fue a la Librería Villar, del mejor librero que tuvo Tandil, don Antonio Villar. Después seguí con "Don Quijote", a cargo de Carlos Gastaldi, un librero que también hizo historia; y el derrotero continuó con otras librerías que ya no están: la inolvidable "Tupac Amaru", de Adela Castronovo, la efímera pero siempre recordada "Moby Dick", de Dipi Di Paola, o "Mancha y gato", o la librería de los hermanos Echegaray sobre calle Rodríguez, o "El gato negro" (hoy subsuelo de "Macanudo"), del recordado letrista y poeta Omar Ordóñez, entre tantas otras que pasaron por la ciudad intentando poner un pie y sostenerse en un rubro difícil donde, ante todo, hay que ser muy prolijo y meticuloso con los números, y en un tiempo agónico para el papel donde, increíblemente (cuando se dice que el papel escasea y que se impone la cultura digital con sus diferentes soportes), aun así se imprimen miles de libros de papel que vaya a saber quién lee.

Que Tandil está de moda ya es una noticia irrefutable. Que los libros son caros y los bolsillos flacos, también. Que frente a este declive de la economía han tomado una nueva dinámica las salas de lectura y las bibliotecas populares, un admirable trabajo de base, militante, por la lectura, de quienes tienen a cargo esos ámbitos para la lectura fuera del circuito comercial.

Sin embargo, una ciudad de 140 almas -aún estamos esperando los números del censo- acaba de sumar su sexta librería. Habría que ver, deformando a Hemingway, si Tandil es una fiesta, como París, y cada vez hay más lecturas y lectores, o si lo que subyace por debajo es el certero aforismo de Alejandro Dolina: "La gente no quiere leer, quiere haber leído."

Sea como fuere, desde el jueves "Cúspide" está en la ciudad, sobre calle Rodríguez, a favor de aquel viejo adagio que nunca pasa de moda, ese que dice que el sol para todos.

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