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Con récord de participantes del juego y por estricto sorteo la lectora Maylen Girodo ganó el Desafío a la Memoria con la casona que alberga la arrocería Tierra de Azafranes. Se llevó como premio la exquisita picada de mariscos para dos personas que aportó nuestro amigo Ricardo Camgros, alma máter de Azafranes. En esta nota una síntesis de la historia del centenario inmueble ubicado en San Martín y Santamarina.
La casona fue edificada en 1905 por dos vecinos que se
dedicaban a la construcción de manera empírica pero formados en la escuela
artística (unos años antes del nacimiento formal de la profesión de maestro
mayor de obra, título previo al del arquitecto). La sociedad la formaban los
vecinos Asad y Ramos Mir. La sigla original de la empresa fue ARMIR y así
figura en la parte superior de la ochava del edificio, y era el modo con que
los constructores de antaño estampaban su firma sobre la obra concluida. La
casona original fue comprada por el chacarero Victorino Pugliese, hombre que
por entonces tenía algunos inmuebles en la barriada. Era el padre del llamado
maestro radical Juan Carlos Pugliese y abuelo de Juancarlitos y Victorino. La
propiedad contenía cinco grandes ventanales sobre calle San Martín, su puerta
central en la ochava, y dos puertas laterales y un ventanal sobre Santamarina.
Y recién en 1908 se registró el final de obra en la Municipalidad. La vastedad
del edificio quedó impresa en la ficha de catastro municipal: la parcela tenía
una superficie cubierta de 841 metros cuadrados.
Lo primero que se sabe de la casona es que en su origen fue
un típico almacén de ramos generales nacido casi en la última frontera donde
asomaba el suburbio. Lo atendía la familia Fregonara, aunque la propiedad, como
hemos dicho, era de Victorino Pugliese. Tal vez los Fregonara y Pugliese
componían una sociedad ad doc donde los primeros aportaban el trabajo y el
chacarero la propiedad. Pero en la década del 30, no por nada llamada como "la
década infame", Pugliese debió afrontar en su actividad una ruina económica que
lo llevó a vender buena parte de las propiedades que había atesorado.
En esos días un matrimonio de Benito Juárez formado por Norberto
Esteban Bellagamba y Margarita Magdalena Binagui paseaba por Tandil. No era la
primera vez que lo hacían: tiempo atrás habían pasado su luna de miel entre las
sierras, disfrutando del paisaje y haciendo vínculos estrechos con vecinos de
la comunidad. Uno de esos afectos era el que habían logrado construir con la
familia Fregonara. Aquella mañana de 1932 el matrimonio vio coronar un sueño
tallado con la materia del sacrificio: lograron comprarle a Pugliese la casona
de Santamarina y San Martín. Una luz de almacén -bautizado con el nombre de El
Hogar- volvió a brillar desde el farol a querosene que alumbraba la esquina.
Como atractivo le agregaron para el
esparcimiento social un juego muy de la época: una cancha de bochas. En una de
las habitaciones de la propiedad -donde hoy funciona la cocina de Tierra de
Azafranes- habría de nacer el único hijo del matrimonio Bellagamba y Binaghi.
La ciudad lo conocería muchos años después por haber sido uno de los médicos
cirujanos más notables del siglo veinte, el doctor Norberto Bellagamba, que
lideró una camada de médicos tandilenses por su desempeño tanto en la salud
pública como el ámbito privado. A lo largo de 114 años, pues, la propiedad tuvo
sólo dos dueños. Pugliese y la familia Bellagamba. En 1946 Norberto y Margarita
se mudaron al centro de la ciudad para alumbrar lo que fue un clásico en el
mundo de las pastas tandilenses: la fábrica de pastas El Hogar.
Con récord de participantes y con el azar a favor en el sorteo entre todas las repuestas correctas, Maylen Girodo se llevó al premio: la deliciosa picada de mariscos, un plato tradicional de Tierra de Azafranes.
Fotografía: Elizabeth Chernischuk
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